Iba solitario como una nube y otros poemas (William Wordsworth)

William Wordsworth, poeta del romanticismo
 Iba solitario como una nube

Poeta inglés

 Iba solitario como una nube
que flota sobre valles y colinas,
cuando de pronto vi una muchedumbre
de dorados narcisos
se extendían junto al lago,
a la sombra de los árboles
en danza con la brisa de la tarde.

Reunidos como estrellas que brillaran
en el cielo lechoso del verano,
poblaban una orilla junto al agua,
dibujando un sendero ilimitado.
Miles se me ofrecían a la vista,
moviendo sus cabezas danzarinas.

El agua se ondeaba, pero ellas
mostraban una más viva alegría.
¿Como, si no feliz, será un poeta
en tan clara y gozosa compañía?
Mis ojos se embebían ignorando
que aquel prodigio suponía un bálsamo.

Porque a menudo, tendido en mi cama, 
pensativo o con animo cansado,
los veo en el ojo interior del alma
que es la gloria del hombre solitario,
y mi pecho recobra su ritmo
y baila una vez más con los narcisos.




Ahora, mientras los pájaros

Ahora, mientras los pájaros cantan alegres melodías
y los pequeños corderos retozan
como si bailaran al son de un tambor,
a mi me invade la pena:
un lamento me brindó alivio pasajero
y ahora recobro la fortaleza.

Desde arriba, resuenan las trompetas de las cascadas,
un dolor mío no enturbiará otra vez la primavera.
Oigo los ecos que retumban en las montañas,
el viento llega hasta mí desde valles de ensueño
y mi mundo interior se vuelve feliz.

La Tierra y el mar se entregan a la felicidad,
y a mediados de mayo cada animal se siente alegre.
¡Tú hijo de esa alegría, grita a mi alrededor,
quiero oírte gritar, oh, pastor feliz!


¿Por qué estás silenciosa?

¿Por qué estás silenciosa?
¿Es una planta tu amor, tan deleznable y pequeñita,
que el aíre de la ausencia lo marchita?
Oye gemir la voz de mi garganta:

Yo te he servido como a regia Infanta.
Mendigo soy que amores solicita ...
¡Oh limosna de amor! Piensa y medita
que sin tu amor mi vida se quebranta.

¡Háblame! no hay tormento cual la duda:
Si mi amoroso pecho te ha perdido
¿su desolada imagen no ta mueve?

¡No permanezcas a mis ruegos muda!
que estoy más desolado que, en su nido,
el ave a la que cubre blanca nieve.


 Oda a la Inmortalidad

Aunque el resplandor que en 
otro tiempo fue tan brillante
hoy este por siempre oculto a mis miradas.

Aunque mis ojos ya no 
puedan ver ese puro destello,
que en mi juventud me deslumbraba.

Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria de las flores,
no debemos afligirnos
porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo ...

En aquella primera
simpatía que habiendo
sido una vez,
habrá de ser por siempre
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento
y en la fe que mira a través de la 
muerte.

Gracias al corazón humano
por el cual vivimos,
gracias a sus ternuras,
a sus alegrías y a sus temores,
la flor más humilde al florecer,
puede inspirarnos ideas
que a menudo se muestran demasiado 
profundas para las lágrimas.


Oí mil notas mezcladas

Oí mil notas mezcladas,
Mientras en la arbolada me sentaba reclinado,
En ese dulce ánimo en que los serenos pensamientos
Traen ideas de tristezas a mi pensamiento.

A sus bellas obras la naturaleza unió
El alma humana que por mi fluía;
Y mi corazón se angustiaba al pensar
lo que el hombre ha hecho al hombre.

A través de las matas de la dulce enramada
Tejía la pervinca sus guirnaldas;
Y doy mi fe que cada flor
Se deleita en el aíre que respira.

Los pájaros a mi alrededor saltaban y jugaban,
No puedo yo medir sus pensamientos,
Pero el menor de sus revuelos
Parecía de placer estremecido.

Las ramas que que brotan extienden su abanico
para capturar el aire de la brisa;
Y debo pensar y hago cuanto puedo,
En el placer que había en aquel lugar.

Si no puedo evitar tales pensamientos,
Si tal fuese la intención de mis creencias,
¿ No tengo acaso razón para lamentar
Lo que el hombre ha hecho al hombre ?



Las 2 sepulturas

Tal como en una soleada hondura se oculta,
defendido de los tiempos de marzo,
un tierno cordero resguardado por su familia,
igualmente ese montoncito de tierra
se halla al amparo de otro muy próximo,
el pequeño montículo habla por sí mismo:
allí descansa un niño protegido por un túmulo,
tumba de su madre.


Camposanto en el sur de Escocia

Acotado del hombre y al borde de una sima
donde el torrente espuma, véreís el cementerio.
Allí la liebre alcanza su mas tranquilo sueño
y los elfos, nevados de Luna entran y danzan
para crédulos ojos. De aquelarre ni templo
no que allí vestigio, pero allí se deslizan
desconsaladas gentes, que con velada angustia
le lloran su oración al viento y al celaje.
No hay tumbas orgullosas. mas rudos caballeros
que esculpiera el humilde querer de tiempos idos,
en tierra yacen, entre verdores de cicuta;
no es una mezcla triste, si quiebra el alba clara
el resplandor del cesped y cerca en los arbustos,
coros primaverales entonan su alborozo.

La casa de un párroco en el Oxfordshire

Dónde empieza la tierra sagrada o dónde acaba
la profana, no hay línea visible que lo muestre;
mézclase el césped y los senderos se enlazan,
y donde quiera vague tu paso sigiloso,
el jardín y el dominio en que deudos y amigos
y vecinos descansan unidos, aquí funden
su vario aspecto, al modo de un rumor
de muchas aguas, o como la tarde en mezcla
con la sombría noche. Dulces brisas de arbustos
y flores son mensajes a las tumbas calladas;
y mientras estremecen esos chopos altísimos
sus copas, aparece y se apaga un azul
brillante, como aquellos atisbos de lo eterno
que a los santos se otorgan en el supremo día.

Amonestación y respuesta

«¿Por qué sobre esa vieja piedra,
durante toda la jornada,
William, así solo te sientas
y entre sueños el tiempo pasas?

¿Dónde están tus libros? ¡La luz
a este ciego mundo legada!
¡Arriba! Aspira la salud
que en ellos los muertos exhalan.

Miras la tierra como un hijo
que a su madre pidiese cuentas
o como el primer hombre vivo
que conociese la existencia».

Así, del Esthwaite a la orilla,
la vida dulce y sin porqué,
el buen Matthew me habló un día
y así le quise responder:

«El ojo sólo mirar puede
y el oído nunca está en paz;
siquiera que va, el cuerpo siente
contra o con nuestra voluntad.

Así, creo que existen fuerzas
que al pensamiento dan traza,
que nutrimos nuestras ideas
con una pasividad sabia.

¿Crees, en el mundo infinito
de estos seres que hablan sin verbo,
que nada vendrá por sí mismo
y que siempre buscar debemos?

Pues no preguntes por qué a solas,
según me plazca conversando,
me siento en esta vieja roca
y entre sueños el tiempo paso».

William Wordsworth: Inglaterra 1770 - 1850.

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