Poema a la maldad
En la vida actual hay una lucha entre
el hombre y la malquistada maldad.
Ese oscuro sentimiento de la personalidad
que se empecina en luchar con mucha crueldad
tratando de dañar por placer y sin merecer.
La inequidad, la malicie, la perversidad
son hermanas soberanas de la maldad.
que nacieron para desparramar el odio
el rencor y el despreciable desprecio.
La maldad es sigilosa y astuta
furtiva y pertinaz,
provoca la codicia.
con su lengua bífida y mordaz
Incita al robo y a la violencia
Ataca a su victima sea hombre, mujer o niño
tejiendo redes para engañar
y la atrapa hasta hacerla sangrar.
o la muerte causar.
Ella camina entre los albañales
cloacas y alcantarillas de la ciudad
arrastrando los pecados, los crímenes
la codicia y los ultrajes
y la corrupción dominante.
Mofándose de las discriminaciones, de los odios
y de las desigualdades que promociona
entre los seres humanos
que viven criticando el origen,
guerreando por la religión,
y fomentado las desigualdades.
promocionando la marginación
y la desigualdad social y la discriminación.
La violencia, el machismo
los feminicidios, la muerte mas irreverente
el matar por un robo inconsciente
o por un centavo guardado en el presente
para asegurar la vida en el horizonte pendiente.
Los humanos en la búsqueda de su hermano
deben arrojar fuera del planeta
todos los malsanos sentimientos,
los odios y las injusticias que anidan
en el accionar de la mente y en el latir del corazón.
Hay que acabar con las injusticias
y los embates inmisericordes,
despiadados, crueles y brutales
de las ignominiosas maldades
y de la envidia que nace
en las formulaciones mentales.
Los pensamientos nefastos y anegados de sombras
trastócalo en la música del corazón
y canta la mejor canción, la canción de la razón.
Abraza a tu hermano y bendice el amor y la paz.
Entona la canción de la templanza y la bondad
y de los buenos sentimientos.
No al necio orgullo, ni al afán violento,
ni al odio vil y ruin, ni a la triste melodía
del tormentoso sonido de la envidia.
Al malhumor, a la envidia y al rencor
debemos arrójalos desde los acantilados
mas altos que dan al inmenso fondo marino
o en las eternas cavernas del abismo.
Antonio Encinas Carranza
De: Lima, Perú
D.R.
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