Los días tristes
Cuando en sus interiores
le hablaba la tristeza
se desarticulaban las palabras
y destrozaban a las antípodas
de los días tristes y sombríos
que marchaban cabizbajos
macilentos y mientras llegaban
en su interior mi alma triste
y oscura le hablaba a la tristeza
y le pedía que perdonara,
que no dejara pasar el tiempo,
que no se cansara de esperar
y mientras esperaba,
al oído le hablaba
la sinrazón
y le pedía perdón
por los días grises,
por las horas rebeldes,
por los tiempos tenaces,
por los miedos contumaces
y por las pasiones funestas
que le recomendaban
que no dejara que la corriente
de los ríos la arrastraran
y que se cobije con sigilo
en el interior de su insólita conciencia,
donde se encontraría seguro
y a salvo de la arbitrariedades
y de las malas intenciones
de los días tristes.
Antonio Encinas Carranza
De: Lima, Perú
D. R.