Frutos de las guerras
Desde que las guerras
duraban 10 años
y las batallas 100 días,
los ejércitos cruzaban
las altas montañas.
y de frío terminaban
con las piernas congeladas.
Para poder llegar
y poder conquistar
los barcos cruzaban
los inmensos mares
atravesando tempestades.
Rompiendo las velas.
o quedaba la frágil nave
encallada entre los arrecifes
meciendose con las olas,
muriendo los remeros
y los tristes artilleros.
El honor se generaba
o tal vez se perdía
atacando y muriendo
en campo ajeno.
o defendiendo
su propio campo.
Conquistas sin honor.
Invasiones forzadas.
de gente foránea.
que ingresaban por miles
asolando la región.
regándola de sangre
propia o ajena.
Los campos tranquilos.
llenos de surcos y de sembríos
listos para la cosecha
de un pueblo pacífico.
Era la paz construida.
que termina destruida
En el fragor de la batalla
solo se escuchan estruendo
que destruyen el silencio
y la paz del campo
y la paz de los hombres.
Solo nos alumbran
los terribles fogonazos
y el aire termina contaminado
con fuerte olor a pólvora
y a el hedor del azufre.
Los invasores embriagados de poder
avanzaban y arrasaban
derruyendo la fortaleza
y arrastrando la miseria
y el hambre salvaje.
Dejando mujeres abandonadas
y niños desamparados.
Con la cosecha destruida
y los surcos convertidos
en ríos de sangre
y los valles llenos
de cuerpos mutilados.
Hoy todo ha cambiado
las guerras solo duran días
y las batallas solo duran horas
y el odio dura toda la vida.
Dejando los campos destrozados
regados de cuerpos
destrozados y desiminados
rodeados del fuerte olor a muerte.
y a gas mostaza
que pica la nariz
y te ahoga
y te mata
en solo unos
cuantos segundos.
Y se siente el olor
y se ve el humo
de chozas y bohíos ardiendo
y bosques quemados
y todo lo que se mueva
cayendo y muriendo
tristemente,
sin penas ni culpas.
La ciencia al servicio
de la muerte
lanzó el triste recuerdo
de una bomba
de destrucción masiva
llamada atómica
que cayó en Hiroshima
tras un experimento del poder
de la ciencia
contra los hombres
que marcó un antes
y un después
de la humanidad.
Autor: Antonio Encinas Carranza
De: Lima, Perú
D. R.