La vieja Luna
El amor quedó cansado
y muerto de frío
se quedó dormido,
sumido en un sueño
largo y profundo.
Al llegar la noche
recuperó las fuerzas
y lleno de emociones
se prodigó de dulces
y tiernas evocaciones.
Perfumando la noche
con los aromas
que deliciosamente
le prodigaron
mil rosas amorosas
de múltiples colores
que parecían
hablar solo de amores.
Bajo las luces tenues
de las místicas estrellas
y de dulces vinos añejos
obligaron a la vieja Luna
a despertar
y abrir los ojos
para recordar
viejos tiempos
y para obligarla
a que cumpla
con sus dulces
obligaciones.
Antonio Encinas Carranza
De: Lima, Perú
D. R.
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