El frío de las montañas
Las tinieblas se deslizaron
como un tenue manto sombrío
corrieron sus cortinas de seda ceniciento
y la noche cubrió las empinadas
cúspides nevadas de las altas cumbres
de la austera serranía andina
que se sustentaban y aguantaban
con tesón el gélido estado de sus frigidez
y de sus carácter glacial de su frío temperamento,
mientras que en las tierras de cultivo,
lejos de la ciudad que plácidamente dormía,
las tinieblas se movieron por el viento arrastradas,
cubriendo a la Luna y apagando su hermosura
las nubes blancas huyeron preocupadas
y las estrellas se escondieron asustadas
quedando cubiertas las cimas nevadas.
El viento se despertó y mientras se estiraba
silbó una triste e infinita melodía
de una balada lejana y olvidada
que hizo recordar al tiempo
y lo hizo suspirar en silencio,
mientras recordaba a un amor lejano,
en el intervalo se escuchó
los aullidos lejanos de los lobos
que inquietos buscaban a la faz de la Luna,
convirtiendo la noche en un concierto
Un relámpago rasgó la noche,
un fogonazo alumbró los recuerdos
y un trueno rasgo el cielo
y destruyó el silencio eterno
lejos de la ciudad que dormía plácidamente.
Antonio Encinas Carranza