La senda de colores
La senda que había que transitar
estaba hecho de bellas baldosas
del mas fino granito de piedra
y de acabado natural
que por sus cuatro lados encajaban,
separados y bordeados con el verde césped,
que entre sueños y colores
se recreaban los placeres.
A los costados del senderito
habían muchos árboles frondosos
de diferentes y variadas especies,
por un lado estaban los olivos fecundantes
con los brazos abiertos llenos de colgantes
los racimos de aceitunas altaneras
y por el otro los elegantes pinos
de carácter humilde, pero sencillos y recatados.
El camino llevaba a la morada del ser que mas quiero
y los árboles del jardín del ser que yo amó
tienen jaulas colgadas con aves exóticas:
el acebo tenía jilgueros que trinaban todo el día
el roble un sinsonte que aleteaba incesantemente
todo el tiempo que se le antojaba.
el álamo tenía un gorrión cantarín
que es un magnifico bailarín.
Mas allá había un castaño con una jaula
que encerraba a una oropéndola que orgullosa
paseaba mostrando la belleza de su plumaje.
Mas nunca me percaté que el sendero
de bellas baldosas eran azules y muy elegantes
y daba gusto caminar sobre las losas color cielo
que comunicaban animo y confianza
y daban calma y mucha serenidad,
Sin embargo la senda iba mas allá
de la casa de la mujer que amaba
y se perdía en al distancia y al darme cuenta
perdí la confianza y algo me anunciaba
que el camino era de ida y en el silencio de la distancia
el retorno era mustió, oscuro y estaba
lleno de silencios y a veces se escuchaba
un lamento femenino que decía: te amo.
Antonio Encinas Carranza
De: Lima, Perú